Observa a un perro furioso o abúlico:
parece como si esperara a su novelista o a su poeta.
E.M. CIORAN
UNO
(o, no se trata de un texto con motivos griegos, etcétera)
para Adriana
No hay hábito más oscuro que el velo azul del agua,
de grises, marrones o combates míticos donde aparece
la sepia cuando la mujer está a punto de morir en forma
de ave o lobo marino. Mis hijas encantadoras:
Proteo león serpiente cerdo agua árbol; bajo
el mar desollado la pregunta de: ¿cómo volveré a Troya?
el olor a bestia, al ánimo paciente mar
mar, mis hijas con ojos abúlicos, y tú, cresta que traza y se traza
en el sortilegio de la fronda blanca no dices, huyes
para escribirte agua inconclusa, reticente de negra estría,
mercurio -también luna. Viejo lobo sabes del tiempo
¿debo romper el mar para conocer tu labio que es el mío?
¿volverme sepia para franquear tu velo y tender la trampa?
el verbo nos quiebra.
Mejor que el centauro no traicione, y quite a mis hijas
sus disfraces, pues ellas me renunciarán. Si del mar
se trata, la mujer acude terrible y siembra su risa bajo
el cinismo, se esparce sobre el lomo de la sepia y acribilla
al padre hombre escritura misma.
Si vive detrás de la roca, el mito inicia en la marejada
de cabellos espesos o luz de naturaleza que dibuja monstruos
en nuestro imaginario. A lo lejos, Circe nos da la espalda...
Poeta Karina Falcón. (México)