BIENVENIDOS: REVISTA LA URRAKA INTERNACIONAL. EDICIÓN Nº 26

Portada:
Obra: Regatas en Argenteuil
Autor: Claude Oscar Monet
Fecha: 1874
Museo: Museo de Orsay
Características: 48 x 75 cm.
Material: Oleo sobre lienzo
Estilo:Impresionismo

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Cómplices en las Artes y la Amistad

MARAVILLAS MODERNAS EN LA URRAKA.

MARAVILLAS MODERNAS EN LA URRAKA.
A lo largo de un eje de casi dos kilómetros, en el antiguo cauce del río Turia, este complejo impulsado por la Generalitat Valenciana sorprende por su arquitectura - obra de Santiago Calatrava y Félix Candela - y por su inmensa capacidad para divertir y estimular las mentes de sus visitantes que, recorriendo sus edificios, conocen diferentes aspectos relacionados con la ciencia, la tecnología, la naturaleza o el arte. (Haz click en la imagen)

jueves, 19 de noviembre de 2009

URRAKACUENTO

LA JAULA

La superficie de la azotea era áspera y gris, remendada con brea. Con grandes tubos y rejillas de ventilación por los cuales escapaba un humo negro y caliente. Enjambres de cuerdas atravesaban el espacio con ropa tendida al sol, overoles de trabajo y camisetas blancas en su gran mayoría. Una gran jaula de palomas ocupaba la parte norte. El aleteo constante y las plumas que escapaban desde la red metálica hacían estornudar repetidamente al hombre que la observaba. El tipo miraba a las aves en silencio. El viento allá arriba era suave, fresco, recordaba la cercanía del agua.

El hombre volteaba a veces hacia el borde de la azotea. Caminaba algunos pasos hacia la pequeña explanada y permanecía allí, absorto con el ir y venir de los carros. El viento movía su cabello, el pavimento parecía deslizarse, los cabellos y las ropas en la calle eran hormigas en movimiento. Luego regresaba hacia la jaula y sus manos pulidas tocaban con asombro las junturas entre la madera y el metal, “qué buen trabajo”, se decía. Desde abajo llegaba el rumor de la calle, el hombre se calzó lo zapatos mirando de reojo las palomas, se acomodó el cuello de la camisa ligeramente torcido por la posición incomoda al agacharse a mirar las aves, recogió el portafolios del suelo y se sintió extraño, “ya deben estar todos en la oficina”, pensó. Unos pasos detrás hicieron que volteara bruscamente.

─ ¡La misma mierda todos los años!, oiga amigo, si va usted a matarse le sugiero que se tire del otro lado. Siempre los jodidos somos nosotros, ustedes quedan vueltos mierda en el piso y a mí me toca cambiar de posición la jaula, por la ridícula jodedera de los policías.
─ ¿Por qué dice eso, qué le hace pensar qué quiero matarme?
─ Diez años de estar trabajando en este sitio, y de encontrarme a tipos como usted acá arriba, viendo el cielo de forma extraña y hablando disparates.
─ Se equivoca si piensa eso de mí.
─ No, señor, yo no pienso, simplemente lo sé.
─ Desde hace un tiempo vengo varias veces a la semana a pensar un rato y a mirar las palomas.
─ Si usted lo dice.
─ La jaula, dijo de pronto, ¿dónde la consiguió?
─ La hizo mi padre, respondió el hombre, mientras se movía de un lado a otro recogiendo algunas prendas secas de las cuerdas.
─ Es un excelente trabajo, me imagino que su padre debe tener una buena clientela. ¿Dónde tiene el taller?
─ No, el viejo ya no trabaja por encargo, lo hace simplemente cuando le da la gana.
─ Es un hombre afortunado entonces, pero algo tuvo usted que haberle aprendido, ¿no lo observó trabajar cuando niño, no le enseño nunca sus trucos?
─ Lo intentó, dijo el hombre, mientras secaba sus brazos con un trapo rojo, pero mis manos eran torpes, y su paciencia limitada.
─ Lo entiendo ¿y las palomas, son suyas?
─ Sí, dijo, escrutando directamente los ojos del otro.
─ Tengo que ir a trabajar, ya se me hizo un poco tarde.
─ ¿Le gusta la carpintería, amigo?
─ La adoro, mi padre pagó mis estudios enclaustrado en su taller.
─ ¿Y usted, usted si pudo aprenderle algo?
─ Mi padre nunca lo permitió, quería que aprendiera cosas mejores.
─ Oiga pero es raro, usted dice que viene varias veces a la semana, pero yo nunca lo había visto.
─ Tengo que irme, respondió.
─ Debe tenerse mucho valor para hacer algo así ¿cierto?
─ ¿A qué se refiere?
─ A tirarse de la azotea.
─ No lo sé, nunca lo he pensado.

Un avión que pasaba cerca alborotó de repente a las palomas, decenas de plumas saltaron de pronto desde la jaula. El hombre del portafolio sacudió sus pantalones llenos de pelusa, estornudó varias veces y caminó de prisa hacia las escaleras del descenso. El otro lo observaba recostado a la jaula, sonriendo le hizo por la espalda la señal de la cruz, luego sacudió varias veces su overol con el trapo rojo y lentamente comenzó a darles de comer a las aves, mientras oía con atención las pisadas del hombre al bajar, ileso, pero ardiendo.

Escritor Edgardo Herrera (GF) Colombia

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy buen relato, y la tecnica y ambientacion es casi cinematografico, te felicito, me gustaria conocer mas trabajos tuyos.
Lizet

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