– ¡Nunca eres puntual, hija! Dijiste que nos íbamos a las seis. –Le dice la mamá viéndola que seguía platicando al teléfono, acostada en la alfombra de la sala.
– No tardo más de diez minutos en arreglarme, cuéntalos y verás —dice, antes de entrar a su cuarto. Ahí se encuentra con un joven y de él se enamora. Él la ama y la pide en matrimonio. La iglesia está espléndida, llena de flores; ella luce hermosa, el novio elegantísimo. Los invitados y familiares están emocionados de verlos tan felices. Cuando el sacerdote eleva la hostia para consagrarla, una paloma blanca desciende de una de las columnas de la iglesia al momento en que el sacerdote la baja. Los invitados exclaman al unísono viendo que la paloma estuvo a punto de llevársela en vuelo. El esposo la apremia de salir del baño porque el niño se mojó y la sirvienta está ocupada. Sale y le pone su uniforme, le da una manzana y lo manda a la escuela con el chofer. Él esposo le sube el cierre del vestido y le dice que su hijo fue enviado a la guerra. Ella llora sobre su hombro.
– No te preocupes, regresará con laureles –le dice para consolarla.
Reciben una invitación del presidente de la república al homenaje anual en honor a su hijo.
– Ponte el sombrero de ala ancha, no debemos desentonar en la ceremonia.
– ¡Terminaron los diez minutos, hija!
Ella baja corriendo.
– ¿Ves, mamá? Estoy lista.
– ¿Para qué te pusiste ese sombrero si no hay sol? ¡Con razón tardas tanto en vestirte!
Escritora y poeta Ruth Pérez Aguirre (México)
1 comentario:
Estupendo!
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