La sombrilla de sol de mi abuela Encarnación se perdió.
Pobre doña Encarnación Carrió
sin su sombrilla de sol
estampada de negro,
con flores azules y ataches de bronces
que admiraban sus hermanos de Gijón.
En el perchero de los sombreros locos
había boinas, paraguas y un llavero.
Boinas en desuso con caspa de los que partieron,
paraguas que no quisieron perder
su armazón de flor en volteretas
y llaveros enmudecidos,
con llaves epilépticas
que no abren ya jamás una clave de amor .
Qué habrá pasado con la sombrilla de Encarnación?
Se la robaron los latinoamericanos
en un carnaval furioso
una noche de murmullos
o en una siesta de alcohol?
Porque los vecinos espían
a los que hacen el amor contra una tapia
jamás siniestra y a las sombrillas no.
Todos fueron Incapaces
de vender la sombrilla de colores
que fue herencia de la abuela Doña Encarnación Carrió.
Hace cincuenta años que la busco
en los obeliscos que tienen las nubes por la tarde
cuando uno queda solo sin correspondencia
y a la deriva el caparazón.
Digo yo:
no habrá olvidado querida abuela Carrió
en una tasca cualquiera en las afueras de Somió,
con tragos de buen vino segoviano,
saboreando continpalos
esa maldita sombrilla de sol?
Si así fuese qué tranquilidad para los hermanos de Gijón
y para su dispersa sangre que la quiso tanto
porque además enloqueció.
Pobre doña Encarnación Carrió
sin su sombrilla de sol
estampada de negro,
con flores azules y ataches de bronces
que admiraban sus hermanos de Gijón.
En el perchero de los sombreros locos
había boinas, paraguas y un llavero.
Boinas en desuso con caspa de los que partieron,
paraguas que no quisieron perder
su armazón de flor en volteretas
y llaveros enmudecidos,
con llaves epilépticas
que no abren ya jamás una clave de amor .
Qué habrá pasado con la sombrilla de Encarnación?
Se la robaron los latinoamericanos
en un carnaval furioso
una noche de murmullos
o en una siesta de alcohol?
Porque los vecinos espían
a los que hacen el amor contra una tapia
jamás siniestra y a las sombrillas no.
Todos fueron Incapaces
de vender la sombrilla de colores
que fue herencia de la abuela Doña Encarnación Carrió.
Hace cincuenta años que la busco
en los obeliscos que tienen las nubes por la tarde
cuando uno queda solo sin correspondencia
y a la deriva el caparazón.
Digo yo:
no habrá olvidado querida abuela Carrió
en una tasca cualquiera en las afueras de Somió,
con tragos de buen vino segoviano,
saboreando continpalos
esa maldita sombrilla de sol?
Si así fuese qué tranquilidad para los hermanos de Gijón
y para su dispersa sangre que la quiso tanto
porque además enloqueció.
Poeta y escritor ALFREDO ARIEL CARRIÓ (Argentina)
2 comentarios:
Hermosa la poesía... Lo que más me gustó, aunque fuera también lo más triste, es: "y para su dispersa sangre que la quiso tanto
porque además enloqueció."...Pobre abuela! Si lo supiera... Felicitaciones.
Graciela María
http://webs.uolsinectis.com.ar/vida-reflexion
es realmente hermoso , cuando nos queda solo la correspondencia :)
..salud
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