V
Tienes la tristeza de la piedra rajada,
un olor a sombra,
perfil de agua y de madera
y una ancestral rebeldía contra la dulce vocación de la muerte.
Bebes los aguardientes dormidos entre yerbas
renacidas sobre las tumbas de aquellos que lucharon por la vida,
te frotas el vientre con pomadas de caolín,
danzas con ondulaciones de lamprea
y saludas a las mañanas
con tus muslos traslúcidos
y la rádula de tu risa de alga.
Malora, dientes lubricios, tez de ventallo,
penas de acero y cadencia de potra:
agonizas de ira como un jabalí con el cuello sajado
cuando ves desfilar a los Buitres
con sus estandartes y glosas de rapiña y sapientes mentiras
en los ecrans y portadas de los diarios;
y te tensas como una ballesta
ante los crucifijos que santifican
las tumbas de los asesinados por el hambre.
Malora: naciste para la lucha que apenas si comienza
y para anunciar el olor de la alborada.
Tienes la tristeza de la piedra rajada,
un olor a sombra,
perfil de agua y de madera
y una ancestral rebeldía contra la dulce vocación de la muerte.
Bebes los aguardientes dormidos entre yerbas
renacidas sobre las tumbas de aquellos que lucharon por la vida,
te frotas el vientre con pomadas de caolín,
danzas con ondulaciones de lamprea
y saludas a las mañanas
con tus muslos traslúcidos
y la rádula de tu risa de alga.
Malora, dientes lubricios, tez de ventallo,
penas de acero y cadencia de potra:
agonizas de ira como un jabalí con el cuello sajado
cuando ves desfilar a los Buitres
con sus estandartes y glosas de rapiña y sapientes mentiras
en los ecrans y portadas de los diarios;
y te tensas como una ballesta
ante los crucifijos que santifican
las tumbas de los asesinados por el hambre.
Malora: naciste para la lucha que apenas si comienza
y para anunciar el olor de la alborada.
Escritor y poeta Feliciano Mejía (Perú)
Texto del libro: Himnos de la Tierra.
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