Todavía quedan restos de humedad,
sus olores llenan ya mi soledad,
en la cama su silueta se dibuja cual promesa
Todavía yo no sé si volverá,
nadie sabe, al día siguiente, lo que hará.
Rompe todos mis esquemas, no confiesa ni una pena,
no me pide nada a cambio de lo que dá.
*Suele ser violenta y tierna,
no habla de uniones eternas,
mas se entrega cual si hubiera sólo un día para amar.
No comparte una reunión,
mas le gusta la canción que comprometa su pensar.
Todavía no pregunté «¿te quedarás?».
Temo mucho a la respuesta de un «jamás».
La prefiero compartida antes que vaciar mi vida,
no es perfecta
mas se acerca a lo que yo simplemente soñé...
(se repite desde el asterisco)
Letra y música: Pablo Milanés
Canta: Pablo Milanés
4 comentarios:
ENTRE A SU PAGINA EN UN MOMENTO DE DESCANSO MUY BUENA , TIENE MARAVILLA DE DISTINTAS PARTES DE CADA IMAGEN .LOS FELICITO AMIGOS.
Amigos:
Una revista ágil, amena, con artículos consistentes, buen diagrama, por lo que atrae y retiene al lector.
Los felicito. Deben crecer. No lo dudo.
Cordialmente
Javier Cotillo
JACO
CUANDO SE ROBARON AL SOL
(Javier Cotillo - JACO)
Era un pintor que compartía aficiones con la literatura. Enamorado de los paisajes andinos, apuraba en su lienzo los detalles de un ocaso singular. El rojo intenso del firmamento contrastaba con su diminuta figura que enfundaba a un cuerpo escuálido metido en su saco y su raído mandil sobremanchado de mil colores. Su exagerado mentón alargaba a su gusto su crecida barba, dando argumento a sus ávidos ojos que devoraban, con enorme deleite, ese instante del firmamento.
Como es de suponer, el “poeta-pintor” privilegiaba al rojo que se deslizaba, goloso, sobre la tela. Rojo por aquí y más acá. El rojo tragaba al pincel, enraizándose en el lienzo, mordiendo al bastidor y salpicando al caballete. Rojo; más rojo, antes que se esconda este paisaje devorado por la noche. –¡Por favor!, rumiaba con desesperación sólo para sí, más rojo...; ¡ES PRECISO MÁS ROJO!–. Su pincel se meneaba al ritmo de su éxtasis, imparable, indomable; pero el rojo se acabó antes de tiempo;... entonces el artista, endiosado por el paisaje y engatusado de pasión, con extraño arrebato, tomó presto su navaja y, de un tajo voló su índice derecho. En ese instante, los músculos, los huesos, el pensamiento, la vanidad del pintor y, en suma, todo él, se convirtieron en pintura roja;... y con el muñón sangrante siguió pintando, y pintando, su original visión.
Cuando el ocaso tragó al Sol, en un pedazo de tela quedó grabado, para siempre, el exquisito misterio de un anochecer andino. Al pie, yacía sin vida el escuálido cuerpo de un pintor que compartió su locura con la literatura. Entonces..., inesperadamente, el astro rey, conmovido por tamaña idolatría, volvió a salir para rendir homenaje a su pintor. Fue la única vez que el día amaneció dos veces; por el Este y por el Oeste. Desde aquella ocasión, el Sol ya no es el mismo; ha perdido su brillo.
Han pasado muchos años. En algún rincón olvidado, sobre una tela empolvada por el tiempo, todavía supervive el misterio de aquel anochecer andino, cuyo Sol se... resiste a desaparecer.
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¿Por qué será que en los trópicos la gente bendice el recuerdo de este pintor y, en los árticos lo maldice?
Delgada línea la que separa la pasión de la locura. Me gustó el cuento Javier, Gracias por compartirlo. Alicia.
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