
Carlos Mario. Así llamó Maricruz al niño. Entonces allí estaba. Carlos Mario Andrade con tan sólo unos instantes de nacido. Respirando por la boca la tarde de aquel domingo de diciembre. Una mosca revoloteando contra el cristal. Los ojos de los parientes. Maricruz y Roberto aún tan inexpertos. Tan jóvenes. Carlos por el hermano mayor de ella. Mario por el hermano mayor de él. Y ahí seguía el niño ya de veintitrés. Un claro de calvicie en su cabeza. La incapacidad de expresar sus sentimientos. Y los poemas creciendo. Creciendo. Como un árbol tibio. Desde algún rincón de Buenos Aires. Antes Carlos Mario. Ahora Salvador. Salvador Andrade. Salvador Andrade.
Por supuesto, SALVADOR ANDRADE (desde Buenos Aires)
5 comentarios:
Muy bien. EStar lejos de la fuente nos hace mirarnos con detenimiento.
Jorge Dávila
Qué fue primero, Salvador o Carlos Mario???
Hasta cuàndo el autoexilio?
xxxoooo....
Primero fue la muerte. Luego la poesía. Después el exilio. Y ahora el amor. Entonces los ojos abiertos. Y el silencio.
Lo felicito señor Andrade. Siempre renovando su propia escritura. Cuando nos permitirá saber un poco más de su vida o su obra? Tal vez ya se ha ganado lectores y lectoras. Tiene algun libro publicado?
¿En realidad le ha gustado este poema? A mí me parece fatal.
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