
Ha llegado la hora del té. Cuando me dispongo a disfrutar del primer sorbo, como siempre, suena el teléfono. Sé que es tía Emelina. Me saluda, me pregunta si está llegando tarde. Le respondo que no, que siempre hay tiempo para disfrutar de su compañía, que aún así se apresure.
“Allá voy, hijita, espérame”, me susurra antes de colgar.
Es la fuerza de la costumbre. La pobre tía lleva dos años llamándome para avisar que llegará tarde a la cita. ¿Cuándo se acostumbrará a la idea de que está muerta?
Escritora y poeta Marié Rojas Tamayo (Cuba)
1 comentario:
¡Muy bueno! Me servido como una ráfaga de aire fresco al esbozar una sonrisa.
Abrazos
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