
Fue un trapecista de pruebas escalofriantes y triples saltos mortales hacia adelante y hacia atrás. Los espectadores del circo tensionaban sus rostros y un aliviado murmullo recorría desde la parte baja hasta las alturas de la luneta de dos personas por el valor de una boleta cuando terminaba sus vuelos de espantos por los cielos escasos de la carpa de lona oscura que parecía la inmensidad profunda de ese firmamento de estrellas dibujadas.
Siempre dijo que su malla de protección estaba construida con enrejados de fibras duras, las del amor, afirmaba mientras espolvoreaba la tiza sobre sus manos encallecidas antes de cada ejercicio mortal.
La noche de su cita fatal, un presentimiento se le acercó transfigurado en relámpagos instantáneos que desaparecían como malos presagios solo insinuados. Un vacío succionaba su corazón de emociones tranquilas. Subió lentamente por una escalerilla sencilla de sogas trenzadas como si fuera una larga escalera que condujera al infinito. Quedó justo y a punto para comenzar su acto de miedos verdaderos. En el transito del segundo al tercer giro de su primer salto mortal de la noche miró hacia abajo y no vio la malla protectora de enrejados amorosos que siempre protegió su desprecio por los descuidos.
Fue solo entonces, cuando su mente procesó la proximidad de su muerte, que tuvo la certeza de que su mujer lo había abandonado.
Escritor Freddy Goyeneche (Colombia)
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