EL VUELO
Para Laura Alejandra, la loquita de la casa.
La mujer tejía de espaldas a la ventana. El niño jugaba con la madeja de hilo en el piso. La mujer, cada cierto tiempo, alargaba una mano y le acariciaba la cabeza mientras le sonreía. Afuera, la tarde empezaba a caer. Olía a lluvia, y las ramas de los árboles de la calzaba danzaban a compás del viento. Un gato de angora, blanco como un copo de nieve, saltó al alféizar de la ventana y sacudió su cuerpo. Maulló y desapareció. La televisión mostraba las noticias de última hora: un incendio en un jardín infantil. Por un momento, la mujer experimentó la angustia natural de madre pero luego se sintió aliviada.
--Ángel --dijo.
A sus espaldas sintió la alegre risa del niño.
--Ángel, papi, ven donde mamá --repitió.
La respuesta fue una carcajada. Pensó que el niño estaba jugando nuevamente con Mimi, el gato de la vecina. Dejó su tarea, se levantó dispuesta a sacar de una vez por todas al animal y quedó paralizada: en el alféizar, con los pies colgados hacia el vacío, estaba su hijo. Abajo, en la cornisa, el angora caminaba por el borde como un malabarista sobre la cuerda floja.
La mujer soltó un grito. El niño cayó, pero antes de tocar el pavimento extendió las alas y alzó vuelo. En su época, pensó ella, sólo se aprendía a volar después los cinco años.
Escritor y poeta JOAQUÍN ROBLES ZABALA (Colombia)
Para Laura Alejandra, la loquita de la casa.
La mujer tejía de espaldas a la ventana. El niño jugaba con la madeja de hilo en el piso. La mujer, cada cierto tiempo, alargaba una mano y le acariciaba la cabeza mientras le sonreía. Afuera, la tarde empezaba a caer. Olía a lluvia, y las ramas de los árboles de la calzaba danzaban a compás del viento. Un gato de angora, blanco como un copo de nieve, saltó al alféizar de la ventana y sacudió su cuerpo. Maulló y desapareció. La televisión mostraba las noticias de última hora: un incendio en un jardín infantil. Por un momento, la mujer experimentó la angustia natural de madre pero luego se sintió aliviada.
--Ángel --dijo.
A sus espaldas sintió la alegre risa del niño.
--Ángel, papi, ven donde mamá --repitió.
La respuesta fue una carcajada. Pensó que el niño estaba jugando nuevamente con Mimi, el gato de la vecina. Dejó su tarea, se levantó dispuesta a sacar de una vez por todas al animal y quedó paralizada: en el alféizar, con los pies colgados hacia el vacío, estaba su hijo. Abajo, en la cornisa, el angora caminaba por el borde como un malabarista sobre la cuerda floja.
La mujer soltó un grito. El niño cayó, pero antes de tocar el pavimento extendió las alas y alzó vuelo. En su época, pensó ella, sólo se aprendía a volar después los cinco años.
Escritor y poeta JOAQUÍN ROBLES ZABALA (Colombia)
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