Su frágil cuerpo, también siente
pero más su boca se deleita,
en el sabor último de su vida.
Se quiebra agónica su figura
el placer se hace río caudaloso sin salida.
Sin tocar la profundidad plástica del mar
muere
con el sabor en la lengua,
y ya no tiene que servir a reina alguna,
ni buscar comida para los hijos esclavos
de un reino sin amor,
murió para llegar al paraíso,
pero su cuerpo es una mancha
para el hombre con matinal deseo de miel.
Lisandro Romero. Argentina.
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