Transcurría la Navidad del año setenta y nueve, en la ciudad de Buenos Aires.
Las calles repleta de gente que corría, comprando cosas, como si fuese la última vez.
Los comercios ofrecían sus productos alusivos a la festividad.
Muchos, ignorantes de la realidad, anestesiaron sus conciencias entre el murmullo y los cánticos navideños.
Arrojada desde un vehículo, la joven fue a dar contra la pared de un murallón . La claridad la cegó y tambaleante caminó unos pasos.
Buenos Aires la recibió, en un nostálgico diciembre.
Se preguntó: Cuánto tiempo hacía que no caminaba por sus calles? y mientras respiraba del aire de su ciudad humedecido el rostro, muchas lágrimas rodaron sobre sus mejillas...
De pronto, apresuró el paso y se perdió en la muchedumbre.
No tenía una sola moneda, y por primera vez extendió su mano para mendigarla.
Conmovidos por la festividad (que depura conciencias) fueron más que generosos con ella.
Antes de hacer una llamada, se metió en el baño de un bar. El espejo le devolvió una imagen desconocida, había envejecido bastante. El brillo de sus ojos, perdieron destellos y su mirada, denotaba una profunda tristeza.
Sorbió rápida el cortado y en la cabina telefónica, con inseguridad marcó los dígitos de un número.
Las calles repleta de gente que corría, comprando cosas, como si fuese la última vez.
Los comercios ofrecían sus productos alusivos a la festividad.
Muchos, ignorantes de la realidad, anestesiaron sus conciencias entre el murmullo y los cánticos navideños.
Arrojada desde un vehículo, la joven fue a dar contra la pared de un murallón . La claridad la cegó y tambaleante caminó unos pasos.
Buenos Aires la recibió, en un nostálgico diciembre.
Se preguntó: Cuánto tiempo hacía que no caminaba por sus calles? y mientras respiraba del aire de su ciudad humedecido el rostro, muchas lágrimas rodaron sobre sus mejillas...
De pronto, apresuró el paso y se perdió en la muchedumbre.
No tenía una sola moneda, y por primera vez extendió su mano para mendigarla.
Conmovidos por la festividad (que depura conciencias) fueron más que generosos con ella.
Antes de hacer una llamada, se metió en el baño de un bar. El espejo le devolvió una imagen desconocida, había envejecido bastante. El brillo de sus ojos, perdieron destellos y su mirada, denotaba una profunda tristeza.
Sorbió rápida el cortado y en la cabina telefónica, con inseguridad marcó los dígitos de un número.
_Hola, sí, respondieron.
_Con quién quiere hablar?
_Mamá (preguntó sollozante)
_Quién habla?
_Con la familia Millán?
_No, equivocada.
_Con quién quiere hablar?
_Mamá (preguntó sollozante)
_Quién habla?
_Con la familia Millán?
_No, equivocada.
Nerviosa volvió a intentarlo .Esta vez sí , reconoció la voz de su padre. Y atropellando emociones dijo: Sos vos, papá?
El hombre respondió sin reconocerla.
El hombre respondió sin reconocerla.
_Sí, quién habla? hable más fuerte.
Insistente.
_Soy Ana, papá, me escuchas?
_Ana, respondió el hombre desconcertado.
Casi en un grito: Ana, papá, tu hija!!
El sonido fuerte del auricular, la puso en aviso que le habían colgado.
Lloró su muerte ficticia, lloró de impotencia.
Frente a la taza de café, observó cómo la ciudad iba quedando desierta. Quedó dormida sobre la mesa del bar.
Cuando la media noche llegó con su estridencia habitual , el mozo la despertó con la sana intención de saludarla. Electrizada de terror, pegó un salto y creyó ver el rostro de uno de sus verdugos, sonriéndole cínicamente. Tomó la silla y con furia animal se la partió en medio de la cara del infortunado empleado, quien cayó al suelo cubierto de sangre , con una expresión de desconcierto.
La joven huyó de allí, sintiéndose acorralada.
Afuera corrió por las calles como una loca, temiendo ser alcanzada . Cada esquina era un atajo llena de monstruos, verdes por fuera y verdes por dentro, obstaculizándole el paso.
Tembló de miedo y soledad. Era consciente que dos mundo paralelos corrían entre las
Insistente.
_Soy Ana, papá, me escuchas?
_Ana, respondió el hombre desconcertado.
Casi en un grito: Ana, papá, tu hija!!
El sonido fuerte del auricular, la puso en aviso que le habían colgado.
Lloró su muerte ficticia, lloró de impotencia.
Frente a la taza de café, observó cómo la ciudad iba quedando desierta. Quedó dormida sobre la mesa del bar.
Cuando la media noche llegó con su estridencia habitual , el mozo la despertó con la sana intención de saludarla. Electrizada de terror, pegó un salto y creyó ver el rostro de uno de sus verdugos, sonriéndole cínicamente. Tomó la silla y con furia animal se la partió en medio de la cara del infortunado empleado, quien cayó al suelo cubierto de sangre , con una expresión de desconcierto.
La joven huyó de allí, sintiéndose acorralada.
Afuera corrió por las calles como una loca, temiendo ser alcanzada . Cada esquina era un atajo llena de monstruos, verdes por fuera y verdes por dentro, obstaculizándole el paso.
Tembló de miedo y soledad. Era consciente que dos mundo paralelos corrían entre las
coordenadas del tiempo, y la indiferencia la lastimó aún más.
Regresar, no resultaba sencillo. Hubiera preferido haber muerto. Los fantasmas del horror no la dejarían libre fácilmente.
Pero resistió, como tantas veces, y peregrina en el mundo aquella “noche Anunciada”, tuvo como único cobijo el manto oscuro del cielo, el frío de la indiferencia y las imágenes del horror en su mente, torturándola...
Regresar, no resultaba sencillo. Hubiera preferido haber muerto. Los fantasmas del horror no la dejarían libre fácilmente.
Pero resistió, como tantas veces, y peregrina en el mundo aquella “noche Anunciada”, tuvo como único cobijo el manto oscuro del cielo, el frío de la indiferencia y las imágenes del horror en su mente, torturándola...
Laura Elena Bermúdez de Tesolin (Argentina)
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