Ella sabía del silencio que llegaría después
por esto le pedía que “bajara la voz”
pensaba que si las palabras se volvieran
parecidas al silencio su ausencia hubiera sido
más leve, como un bisbiseo detrás de una puerta cerrada
o el moverse de alguien oído en la habitación de al lado.
“Cambia de tono” le decía él que no entendía,
y confundido iba más despacio, buscaba un amparo
de ese verano repentino, del asalto de lo inesperado.
Pero fue en esa luz desteñida donde empezó a sentir
que las cosas a veces implotan, sin implorar nada más,
y vuelven en sí mismas estando afines al silencio.
Así cedió y bajó la voz tanto que se calló.
Cumplido es el año, invertida la ruta
y ya es resaca que descompagina el tiempo
es cuidado de un dolor contento
es linimento tardío de un recatado navegar
es desaliento de la ola que vuelve en alta mar.
Se enciende de luz nepente el genetlíaco
bendito por Santa Ana:
día de luz tajante, de gracia reticente
día humilde y tenso que imagina
la luz de un día sin muerte.
Mimetizada entre las cuatro sílabas de mi nombre
- obscurecida la luz, suspendida la gracia -
intento una valerosa defensa de su mirada maniquea
y me imito a mí misma, pero sin ironía
más bien como un insecto que imita a una hoja.
Veo la nuca de su alejarse en un lugar
detrás de mí y su clavícula cerrar el retorno:
yo concebida madre
él desde una obtusa coherencia rechazado
en mi inocencia.
Poeta Lucianna Argentino (Italia)
Traducción: Flavia Vendittelli (Italia)
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