BIENVENIDOS: REVISTA LA URRAKA INTERNACIONAL. EDICIÓN Nº 26

Portada:
Obra: Regatas en Argenteuil
Autor: Claude Oscar Monet
Fecha: 1874
Museo: Museo de Orsay
Características: 48 x 75 cm.
Material: Oleo sobre lienzo
Estilo:Impresionismo

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Cómplices en las Artes y la Amistad

MARAVILLAS MODERNAS EN LA URRAKA.

MARAVILLAS MODERNAS EN LA URRAKA.
A lo largo de un eje de casi dos kilómetros, en el antiguo cauce del río Turia, este complejo impulsado por la Generalitat Valenciana sorprende por su arquitectura - obra de Santiago Calatrava y Félix Candela - y por su inmensa capacidad para divertir y estimular las mentes de sus visitantes que, recorriendo sus edificios, conocen diferentes aspectos relacionados con la ciencia, la tecnología, la naturaleza o el arte. (Haz click en la imagen)

domingo, 12 de abril de 2009

LOS GITANOS EN LA URRAKA

María, la de Magdala

Así pudo ocurrir: Cuando María lo vio por primera vez, caminaba solo por la rada del puerto. Ella venía con sus doncellas.
La cadencia de su andar, diferente al de los hombres de mar y en el balanceo de su cuerpo, tenía un equilibrio mágico, un encanto comparable al de un dios grecorromano.
Los hombres no pisan la tierra de ese modo. No pudo recordar, si él caminaba rápido o despacio.

Dicen que se llamaba Jesús, venía del otro lado del mar, cantaba canciones de cuna y sabía amar. También dicen que, su fama crecía por las tabernas de Magdala. Se reunía con prostitutas, pescadores y ladrones. No reconocía la Ley de Moisés y a los sacerdotes, solía llamarlos sepulcros blanqueados.
Las doncellas murmuraban, unas al oído de las otras. María se detuvo un instante y tendió la mano para saludarle. Él ni se digno mirarla. Sintió odio. Se avergonzó de sí misma y de sus costumbres. Tiritó como si la acometiera una ventisca de otoño. Tembló de la cabeza a los pies.
Esa noche le vio en sueños, insultado y flagelado por los soldados romanos. Le dijeron a María que, mientras dormía, estuvo llorando y revolviéndose en el lecho.
En agosto lo volvió a ver desde el balcón de su alcoba. Estaba sentado a la sombra de un álamo. Inmóvil, parecía un alto relieve de piedra, como los que vio en los templos de Roma.
Su aya, la egiptana, vino a decirle: "Ese hombre está aquí, otra vez. Ahí sentado al frente de tu jardín".
Al mirarlo, sintió la alegría y el miedo. El sentimiento confuso que provocan los vagabundos musicantes. Empero le vio bello. Su presencia irradiaba un hálito de gracia.
Se vistió con las mejores prendas. Dejó la casa y fue a su encuentro: -¿Qué me impulsó hacia él: Mi soledad o su presencia? ¿La avidez de mis ojos o la luz ciega de mis pupilas, buscando al amante?
Todavía lo ignora.
Caminó hacia él. Lucía vestidos perfumados y las doradas sandalias que el capitán romano le había regalado. Al llegar a él, dijo: "Buenos días" Jesús le contestó: "Muy buenos días, María".
Cuando Jesús la miró, sus ojos negros, acariciaron el corazón de María, como nunca lo había hecho otro hombre. De pronto, se sintió desnuda, indefensa y avergonzada. Hasta ese momento, sólo le había dicho: "Muy buenos días, María".
Ella lo invitó:"¿Deseas honrar mi casa?" Y Jesús le respondió: "¿Acaso, ya no estoy en tu casa?" En aquel tiempo no entendía, como después, el sentido de sus palabras.
María insistió: "Ven a degustar el vino y a partir el pan conmigo". Sonrió: "Ahora no, María. Ahora no". En estas palabras, se sumaban las voces del mar, del viento y del bosque. Le pareció que en los labios de Jesús, había un diálogo de la vida con la muerte.
Entonces, estaba muerta. Aunque vivía, como una mujer que ignora su alma. No tenía el espíritu que hoy la vivifica. Pretendida por todos los hombres, coqueteaba, aunque nunca tuvo necesidad de ser prostituta, tampoco estuvo poseída por siete demonios. Por el amor de Jesús, fue envidiada y maldecida por todos.
La aurora de los ojos de Jesús, iluminó a María: "Todas las estrellas de mi larga noche, desaparecieron. Me convertí en María. Sólo en María, la de Magdala". La mujer perdida para el mundo. Y a la vez, la santa en los lugares de peregrinaje.
Se fue con Jesús: El mediodía de sus ojos se posó sobre ella, con el fluir de las palabras: "Tienes muchos amantes. Pero, sólo yo te amo. Los demás se aman a sí mismo en tu compañía. Yo te amo por ti misma. Ellos ven en ti, una belleza que pasa, tan rápido como sus años. Mas yo veo en ti, la belleza que jamás declinará. La que en el otoño de tu vida, no temerá contemplarse en el espejo y nunca será ofendida. Amo lo invisible que hay en ti".
Jesús fue perseguido y crucificado, por haber nacido Rey de los Judíos. Por predicar el amor de Dios a todos los hombres. "Yo sentí el amor de su boca de granada, en mis labios. La fusión de su espíritu en el mío". Con su muerte venció a la muerte, retornó del sepulcro a la vida, en espíritu y poder. Vela por nuestro bien y sitia los jardines de nuestra pasión.
Jesús es el Cristo de los gitanos. Le amamos y contemplamos con nuestros ojos, que él nos abrió para ver lo invisible. Está más cerca que nuestras manos, que él no enseñó a extender para el bien del prójimo.
Muchos van a los templos, adoran los crucifijos, pero no creen en él. Los gitanos discernimos los espíritus y lo sabemos, no juzgamos. La mayoría que, al decrecer en sus fatuas seguridades humanas, se acercará al Jesús que anduvo sobre la mar.
¿Será necesario romper la trompeta o la lira, para hallar su música? ¿Talar el árbol para creer en sus frutos? Odian a Jesús, por ser hijo de Dios, Alegan que Dios no existe. Pero se odian más, unos a los otros. Cada uno se considera demasiado importante, para ser hermano de su prójimo.
Odian a Jesús. Les han dicho que nació de una virgen y no de simiente humana. Pero ignoran a las madres que van vírgenes a la tumba. Y a los hombres que descienden al sepulcro, ahogados en su propia sed. Olvidan que la tierra se ofrece, a diario, en matrimonio al sol. La tierra por donde peregrinamos los gitanos, ligeros de equipaje, aunque posesos de los que sabemos de María, la de Magdala. Ella con su voz que sobrepasa el tiempo nos Dijo: "Jesús hizo en mí, su obra de amor. Y para siempre lo llevo prendido en la piel, el vientre y mi alma.

Escritor y poeta Gabriel Xirgu I Javaloyes (Colombia)

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